28.2.09

Las gaviotas quieren conquistar el mundo. Parte 18.

Pedazo de cuadriceps tiene, se los has visto?
A Lance Armstrong




Horas después de recibir ese mensaje intimidatorio, sonó mi celular. Caterina lloraba nuevamente del otro lado.


- Perdona Juan, mi novio ha robado mi teléfono otra vez y ha leído tus mensajes. Se ha venido conmigo a Madrid, para vigilarme. He tenido que venir a una cabina para hablarte; me controla todo el tiempo. Te echo de menos, quiero verte


Le contesté que se calmara, que entendía su situación, que no estaba enojado; pero que no sabía como podía ayudarla.


- Ya sé que no puedes hacer nada, sólo te lo cuento para que entiendas lo del mensaje. Pero igual se marcha esta noche, ya tiene el billete. Te vuelvo a llamar así quedamos después que se vaya, vale?

- Dale...


Le estaba por decir que me llamara si él se volvía a poner violento cuando escuché un grito en la cocina:


- Vamos todavía, Lance querido! A tomar por culo con esos franchutes!


Caterina había colgado. Salí de mi cuarto y me dirigí a la cocina. Parecía que hubiera sido mi tío el que hubiera ganado el Tour de France, o que Armstrong fuera su hijo.


- No te digo yo, sobrino? Este tío es la ostia, la puta ostia! Pedazo de cuadriceps tiene, se los has visto? Se los has visto?

- Debería llamarse Legstrong...

- Qué?

- Nada...

- Que si le has visto los cuadriceps, coño!

- No me suelo fijar en los músculos de los hombres tío…

- Pues deberías. Este chaval es de otro planeta. Sabías que tenía cáncer de testículos y que…

- Tio, tío; ya me lo contaste…

- No entiendes nada...

- Me voy al cine.


Vi “AzulOscuroCasiNegro”. Elegí esa por el título; así, todo junto. La película cuenta la historia de un pibe que se llama Jorge. Jorge estudia ciencias empresariales y sueña con un puesto gerencial en alguna compañía. Una noche prende fuego un tacho de basura del edificio donde trabaja como portero su padre y a éste, al reprenderlo, le da un infarto cerebral. Queda con demencia vascular. Pierde casi toda noción de la realidad, no reconoce a las personas. Jorge se siente culpable. Decide hacerse cargo de él y de su trabajo. Continúa estudiando ciencias empresariales a distancia. Mientras cuida de su padre y del edificio, va a cuanta oferta de trabajo gerencial se publique en el diario. En las entrevistas no le va nada bien, sobre todo porque es honesto y admite que su única experiencia laboral es de portero. Pero él se lo atribuye a que no tiene un traje lo suficientemente elegante y cada vez que vuelve, desesperanzado, de las entrevistas, pasa por la vidriera de un negocio de ropa. Siempre se para a ver el mismo traje. Un traje para él hermoso. Se imagina adentro de él, los gerentes de recursos humanos felicitándolo por el puesto obtenido. Jorge tiene un hermano. El hermano de Jorge se llama Antonio y está en la cárcel. Allí, Antonio se anota en un taller de teatro para presidiarios con la esperanza de conocer alguna mujer, ya que el taller es mixto. A quien conoce es a una chica muy linda que se llama Paula. Se enamora. Ella no pero igual le pide a Antonio que la deje embarazada para que la transfieran al módulo de maternidad; donde no pueda seguir siendo golpeada por las otras presas sólo por que es linda. Cogen en cuanta opción tienen pero al poco tiempo descubren que él tiene una várice o algo así en un testículo y es estéril. Entonces Antonio, le pide a su hermano, Jorge, que le haga el favor de embarazar a la mujer que ama. Jorge duda, pero acepta. Paula se enamora de Jorge, él también de ella. Jorge también tiene un amigo que se llama Sean. Bueno, en realidad no se llama Sean sino Israel pero le dicen Sean porque, según él, se parece a Sean Penn. A él esto le gusta porque odia su nombre; no concibe que sus padres le hayan puesto el nombre de un país, encima ése. Sean no trabaja. Se pasa el día entero en la terraza de su edificio sentado en un sillón, tomando cerveza y espiando los departamentos de los vecinos con unos largavistas. Una tarde descubre que una de las ventanas es la de un masajista quien, aparte de masajes, también ofrece sexo oral. Lógicamente, son todos hombres los que van y Sean se divierte mirando como muchos conocidos suyos del barrio se van a hacer tirar la goma por el masajista. Un día descubre que mirar esto lo excita. Entonces se incentiva con la idea y se gasta todos sus ahorros en una cámara con un lente enorme, mientras Jorge sigue de entrevista en entrevista. El día que estrena la cámara ve por la ventana del masajista que el próximo cliente es su padre. Le manda las fotos por correo. Jorge, al no haber sido seleccionado una vez más, tiene una crisis de nervios justo cuando estaba pasando por enfrente del local de ropa. Siente que esa vidriera simboliza el límite de las cosas que quiere en su vida. Revienta un tacho de basura contra el vidrio y se roba el traje que tanto añoraba: uno azul oscuro, casi negro.


Cuando salí del cine, abrí mi celular y leí: “Se ha vuelto a Santander. Nos vemos a las once en plaza mayor, donde nos conocimos”. Eran las once menos diez así que compré una lata de cerveza y comencé a caminar rumbo a la plaza. No estaba lejos. Sonreí al cruzar el portal de la plaza y ver en mi reloj: 23:00. Miré alrededor, a esa hora ya quedaba pocas personas; ninguna era ella. Fui caminando hacia el punto exacto adonde se había sentado a fumar y hablar con un pelado, la tarde en que nos conocimos. Ella no estaba y la verdad es que eso no me sorprendía. Iba dispuesto a lo peor; que era básicamente eso. Después pensé que peor que eso hubiera sido que ella me estuviera esperando sin saber que su novio no se había vuelto a Santander y que la había seguido, a escondidas, hasta allí. Y que apenas nos saludáramos, una mano cerrada impactara mi rostro, a la altura de la nariz, tiñéndome de rojo.


O capaz todavía está en la terminal, despidiendo con piquitos a su novio; pensaba cuando me sentí embestido por detrás. No pude ver su cara pero no me hizo falta. El aire olía a lavanda. Pareció contar con sus dedos cada una de mis costillas en su abrazo.


- Mucho tiempo no nos vemos… dijo, sonriendo. Los hoyuelos en su máximo esplendor. Yo no contesté.






.

3.2.09

El cuerpo de Benito

A Alvaro




Hacía calor
esa tarde en Humahuaca.
Habíamos llegado el día anterior
y ya sentíamos que ese lugar
no tenía nada interesante que ofrecernos.
Decidimos ir a la terminal
a comprar pasajes.
Escapar de ahí.

- Todavía no los podemos vender
- Todavía no los pueden vender?
- No, todavía no
vengan dentro de media hora
nos dijo la empleada de Panamericano.
- El Norte tiene estas cosas…
me dijo Alvaro.

Compramos una cerveza Norte
y caminamos hacia una plaza al lado de la terminal.
En el medio
como en todo el noroeste argentino
una estatua
de Güemes.
Nos sentamos debajo de él
a tomar la cerveza
a hacer tiempo.

Unos niños jugaban
en el tobogán de la plaza.
Se subían de a 3, de a 4, de a 5.
Los dos mirábamos el cuadro
casi con ternura
como si añoráramos volver a esa etapa
o tener hijos
de esa edad.

- Che, no nos quedó nada de porro?
me preguntó Alvaro.
- Muy poquito, man.
Casi nada.
Pero si querés armo uno
mezclado con tabaco.
- Y bueno, dale.

El más pequeño de los niños
estaba en la cima del tobogán.
No se animaba a tirarse.
Abajo
los otros se le burlaban
le gritaban que era un cagón
que se hiciera hombre.
- Qué crueles son los niños
me dijo Alvaro
mientras me pasaba el semi porro
y yo la cerveza.

La niñez es la etapa más cruel de la vida
le estaba por contestar a Alvaro
cuando vimos que dos pibes como nosotros
pero jujeños
se nos acercaban.

- Hola chicos
de dónde son?
- De Córdoba…
y sin siquiera haber racionalizado
nuestro origen
preguntó el otro
- Qué están fumando?
- Tabaco armado amigo, por?
- Pues eso no huele a tabaco
dijo el que nos había preguntado de donde éramos
mientras metía la mano en el bolsillo
y sacaba algo parecido a un registro de conducir.

- Policía de la provincia de Jujuy, muchachos
nos van a tener que acompañar
- Qué? Por qué? Adónde?
Pero si no estamos haciendo nada…
- Eso ya se lo van a explicar al comisario
Vamos que es acá a una cuadra.
Arriba!
Lo miré a Alvaro
tenía la botella de cerveza en la mano
los ojos cerrados.

En el bolsillo de mi jean
un tubito de rollo de fotos
albergaba una piedrita.
La última.
Como para armar uno
o dos bien finitos.

Mientras dábamos los primeros pasos
hacia la comisaría
recordé la historia
que me había contado Paula
una amiga jujeña
sobre unos pibes que había agarrado gendarmería
en el límite de Salta con Jujuy.
Tenían poquito
y se habían comido
tres días en el calabozo.

Me temblaba la cola.

Para ser más precisos
me temblaba el cachete derecho de la cola.
Siempre que tengo miedo
mucho miedo
por alguna razón inexplicable
me tiembla
el cachete derecho
de la cola.

Metí la mano el bolsillo
y sentí el tubito de fotos.
Lo odié.
Odié la droga toda.
Pensé en tirarlo al piso
Pero uno de los canas venía adelante nuestro
y el otro cerraba.
- Vos, sacate la mano del bolsillo!
me gritó el de atrás.
- Qué nos van a hacer?
preguntó Alvaro.
- Nada…
Es un procedimiento de rutina
los requisamos y sino tienen nada como dicen
los dejamos ir.
De dónde dijeron que son?
- De Córdoba.
- Córdoba, que lindo
yo fui de viaje de estudios a Carlos Paz
dijo sonriendo
como recordando algún episodio del viaje
cuando se metió borracho con sus compañeros al San Roque de noche
cuando le tocó una teta a una mendocina en Keops.

Pero cuando entramos a la comisaría
pareció acordarse de golpe
para qué estábamos los cuatro ahí y dijo
- Te cacheamos a vos primero
después a tu amigo
seguro no tenés nada?
Viendo que ya la situación era insalvable dije
- Bueno…
pero el cana me interrumpió
- Pasá, pasá al cuartito.

El cachete de mi cola
se movía de tal manera
que temí fuera perceptible
que el cana realmente notara
el movimiento parkinsoniano
de mi nalga derecha.

Volví a buscar los ojos de Alvaro
los cerraba durante algunos segundos
como queriendo recordar algo
como resignándose ante todo
como pidiéndole ayuda a una abuela que se le había muerto.
Todavía tenía la cerveza en la mano.

Entré al cuartito
y mientras el policía cerraba la puerta, dije
- Bueno, algo tengo…
- Yo sabía.
Qué te crees que soy gil?
Qué tenés?
Sacalo porque si te lo encuentro yo
va a ser peor.
- Una piedrita nomás.
- A verla…
Metí la mano en el bolsillo de mi jean
y palpé
el cuerpo del delito

Y entonces me acordé del Chavo.
De ese capítulo en que Don Ramón
como siempre
alude no poder pagar la renta
por no tener plata
ni siquiera para comer.
Y entonces
Don Barriga
le encuentra en su departamento
una bola de boliche profesional
y piensa:
“si Don Ramón no tiene para pagarme la renta
cómo puede entonces jugar boliche
con bola propia
y encima profesional”
y entonces decide quedarse con la bola
sabiendo que los niños de la vecindad
en especial el Chavo
harán analogías y bromas
entre la bola y él
o que probablemente alguno de ellos
en especial el Chavo
de alguna inimaginable manera
se las rebuscará
para golpearlo con ella.
Por lo que cuando el Chavo le pide a Don Barriga
que le preste la bola para jugar
para hacerle creer a Kiko que Ñoño tuvo un hermano
el dueño de la vecindad le dice que no
porque él es tan torpe que puede llegar a perderla
o romperla
y él la necesita
ya que es la prueba perfecta para demostrar
que Don Ramon no paga la renta
porque no quiere
porque prefiere gastarse el dinero
en otras cosas.
En jugar boliche
o en una bola profesional
por ejemplo.
Y aunque el Chavo rezonga y patalea
Don Barriga insiste
que no le puede prestar la bola
porque ésta simboliza
“el cuerpo del delito”.
Y el Chavo
que siempre escucha mal
entiende
“el cuerpo de Benito”.

- El cuerpo de Benito…
murmuré para mi mismo
mientras le entregaba el tubito al policía.
El cana lo abrió
metió un dedo
y sacó la piedrita.
- Esto es todo?
me preguntó mientras sacudía el tubito hacia abajo
como si estuviera a punto de almorzar una milanesa con fritas
y el tubito fuera un pote de kepchupt
al que ya no le queda casi nada.
- Le juro que sí
tuve miedo que retrucara:
- Y entonces por qué te tiembla así el culo?
Pero en vez de eso me dijo
- Poné las manos contra la pared
sí me estás mintiendo
la vas a pasar mal.

Las manos del cana
recorrían mis laterales
mis ángulos
partes de mi cuerpo
en las que ni se me hubiera ocurrido
que alguien pudiera esconder droga.

Mientras el policía metía sus dedos
adentro de mis medias
me acordé del niño pequeño
arriba del tobogán
sus amigos abajo
diciéndole que era un cagón
que se hiciera hombre.

Tuve miedo
que cuando el policía hurgaba
el bolsillo trasero derecho de mi jean
notara el movimiento del cachete
y me preguntara:
Por qué se te mueve así el culo?
pero en vez de eso dijo:
- Bueno parece que no me mentís
que esto es todo.
Tu amigo qué tiene?
- Nada
- Mirá que lo vamos a cachear a él también
- Le digo la verdad, oficial
eso es todo lo que tenemos.
- Y de donde lo sacaron?
me preguntó sosteniendo la piedrita
que había llevado desde Córdoba
junto con todo lo demás
que ya había sido fumado
en Salta
en Purmamarca.
- Me lo regalaron…
- Te-lo-regalaron?
- Sí, me lo regalaron
- Ajá, y a ver
Cómo es eso?
- Sí, ayer
habíamos comprado unas cervezas
para tomar en el hostel
y vino un pibe
y me ofreció
una piedrita a cambio de una cerveza.
Y bueno
eso.

- Cómo era?
- La piedrita?
es ésa…
- No, cómo era el diler?
- Que no
que no era un diler.
Era un pibe normal
como nosotros.
- Tenía rastas?
- Sí
- Bien, ya sé quien es…
Decile a tu amigo que pase
después que lo cacheamos a él
sino no le encontramos nada
los hacemos firmar
y se van.
- Firmar?
- Sí
pero no te asustes
tienen suerte
si esto es todo
la cantidad incautada
no es suficiente para iniciar un sumario.
La firma es para el libro de actas
para dejar asentada la requisa nomás.
Que pase tu amigo.

Entonces le digo a Alvaro que pase
y apenas entra
el cana le pregunta:
- Que tenés adentro de la funda?
- Un charango…
- Lo compraste acá?
- No, en Purmamarca
- Ah…
y cuánto te salió?
- Mil quinientos.
- Pero es uno profesional entonces…
- Si…
lo querés ver?
- Y bueno, dale.
Igual lo tenemos que registrar.
Yo estoy empezando a tocar.
Tengo uno, pero lo conseguí usado
y se desafina todo el tiempo.
Estoy viendo de comprarme
uno profesional también
pero todavía no junto la plata.

Y entonces me volví a acordar
de la bola de boliche profesional
que el señor Barriga
le encuentra a Don Ramón.
Del cuerpo de Benito
que ya no estaba en mi jean
sino sobre el escritorio
dentro de una bolsa
una bolsa gruesa
casi como de ule
pero transparente
y con un cierre ziploc en la punta.

- Ah, pero está re bueno
exclamo el cana apenas Alvaro abrió la funda
- Querés probarlo?
- Uh, me encantaría
pero tengo miedo entre el comisario.
Puede caer en cualquier momento
fue al bar a ver el partido del lobo
y ya debe estar por terminar.
Si Gimnasia va perdiendo
se levanta antes que termine el partido.
Y como si el policía hubiera sido
un discípulo lejano y andino
de Nostradamus
o porque el lobo perdía
la puerta se abrió
y apareció
efectivamente
el comisario.

- Ustedes son los cordobeses?
El cachete derecho
que ya casi había parado por completo
volvió a aumentar la frecuencia temblorosa
como si fuera un ventilador que estaba al máximo
cuando se cortó la luz
y hubiera comenzado a perder su velocidad
y cuando ya estaba a punto de parar definitivamente
de quedar congelado
de golpe
hubiera vuelto la luz.

- Si, somos nosotros…
contestó Alvaro al notar
que parecía que yo de repente
me hubiera olvidado el castellano.
- La requisa fue total?
preguntó a los oficiales
- Total!
respondieron a dúo
- Bueno
los vamos a dejar ir
pero si quieren salir limpios
van a tener que colaborar con nosotros
- Ah?
se le escapó a Alvaro
- Ahora van a acompañar a los oficiales
hasta la plaza
y les van a marcar
la persona que dicen que les regaló esto.
- Ah?!
repitió Alvaro
que no había estado en el cuartito
cuando le inventé al policía
la historia de que el cuerpo de Benito
me lo había regalado un rasta.
- De acuerdo?
preguntó el comisario
- De acuerdo!
contesté rápidamente yo
antes que Alvaro mandara todo a la mierda.
Lo miré.
Sus ojos me preguntaban un millón de cosas.
Seguía con la cerveza en la mano.

Salimos a la calle los cuatro juntos
rumbo a la plaza.
La cola ya no me temblaba
al menos no tanto.

Uno se puso a caminar al lado mío
y el charanguista amateur junto a Alvaro.
Yo iba mudo y pálido
pensando que iba a hacer
cuando llegáramos a la plaza
y los oficiales me dijeran
- Bueno pibe, marcanos cuál es?
El policía debió haber notado el miedo
en mi cara
o en mi cola
y entonces me dijo
poniéndome la mano en el hombro
- No te asustes pibe.
No es a ustedes a quienes buscamos
sino a los peces más gordos.
Cuando yo era más pendejo
también fumaba porros
y al día de hoy
algunos amigos míos lo hacen.
Cuando nos juntamos a comer un asado
y me ofrecen
yo tengo que decir que no
para dar el ejemplo, viste?
Pero bueno
no me molesta que otros lo hagan.
Pasa que el comisario este es nuevo
y se quiere hacer el picante.
Por eso les habló así.

Miré hacia atrás
Mi amigo y el otro policía caminaban a unos pocos metros.
Alvaro le había prestado el charango al cana
y éste intentaba tocarlo.
Alvaro sostenía la botella y de tanto en tanto
se tomaba un trago del pico
pero siempre atento
a cómo ubicaba sobre el mastil
la mano izquierda el policía.
No tenía idea hacia donde íbamos
ni porque nos acompañaban policías.

- Aparte
a este rasta ya lo tenemos marcado
vende collares, pulseras
y creemos que porro también.
Es de rosario, creo
dijo el policía a mi lado
mientras me sacaba la mano del hombro.

Llegamos a la plaza
había poca gente
unos mochileros tomaban mate en grupo
otros tocaban la guitarra y cantaban
una canción de Los Redondos.
El guitarrista era un rubio bronceado.
que aunque ya estaba casi anocheciendo
no se sacaba sus anteojos de sol.
Tenía puesto un sueter blanco de lana de llama
con motivos incas en marrón.
Cuando llegaba al estribillo
sus amigos se sumaban cantando:
“Me voy corriendo a ver
que escribe en mi pared
la tribu de mi calle.”
Alvaro le mostraba al cana
como hacer un fa sostenido mayor.
No había ni un rasta.

- Molina, lo ve al sospechoso?
Y Molina que intentaba sacar un carnavalito
le devolvió el charango a Alvaro
como si de repente se hubiera acordado
que era policía
que estaba buscando a un distribuidor de drogas
que tenía rastas.
- No, no lo veo.
Pero ahora que me acuerdo
ese sucio está siempre arriba de la escalinatas
junto al monumento de la independencia.
- Vamos para allá chicos.
Empezamos a caminar
y el rubio y sus amigos
largaban con otra canción:
“Miraba el cielo justo a tiempo
miraba el cielo justo a tiempo
aia, ia, iaiaiaiá.”

Llegamos a la base de las escalinatas
y el policía pareció mágicamente transformarse
en guía turístico.
Dijo:
- Son cientotres peldaños.
Aquél del monumento allá arriba
es el chasqui indígena Pedro Socompa.
Fue el último cacique omaguaca
y su ayuda a las tropas de Belgrano
fue vital para lograr la independencia.
Tiene el brazo así levantado
porque simboliza cuando regresó a su tribu
tras la última batalla contra los españoles
anunciando la libertad.
La estatua mide casi cuatro metros
y pesa más de setenta toneladas.
De golpe
se quedó callado
y seguimos subiendo las escaleras
en silencio.

Al rato el otro contó
que la semana pasada
habían agarrado a un porteño fumando
así como nosotros
y que cuando lo requisaron
le encontraron una piedra de diez gramos.
Lo mandaron directo a la cárcel de San Salvador
adonde ya estaba hacía más de tres semanas
y según el cana
tenía para más.
- No la debe estar pasando muy bien...
concluyó.

Intenté imaginar
Como sería una cárcel jujeña.
No lo logré.

Al final de las escaleras
frente a un gran paño negro
repleto de collares, pulseras, tobilleras
hechas en macramé
había un rasta sentado.
Tomaba mate.
Sonreía a los turistas y les decía
que se probaran tranquilos lo que quisieran.
- Sin compromiso, amigo…
decía.

- Es ése, no?
Lo miré bien.
Parecía un integrante
de Todos Tus Muertos
de Resistencia Suburbana
de Karamelo Santo.




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