17.5.07

Alto Abasto

Una tarde escuché por La Rocka la publicidad de un boliche que quedaba en Alto Abasto. Me sorprendió esa diferenciación de altura y ese fin de semana se la comenté a mis amigos en un asado. No me sorprendió que se (me) rieran.

Anoche volvía a mi casa de la facultad. Vuelvo caminando a pesar de las más de 20 cuadras. No sé bien porque disfruto de caminar por la 9 de Julio de noche. Supongo me gusta el contraste con lo que fue hace unas horas. Puedo mirar vidrieras tranquilo a pesar de que se ve poco hacia adentro de los negocios. Me imagino las cosas que no logro ver.

Ya por Bv San Juan me topé con el Cineclub y un cartel que anunciaba en su función de las 23 hs un documental sobre los orígenes del blues.

La película terminó pasada la medianoche y continué mi periplo. Iba caminando por Belgrano cuando un afiche de vía pública me frenó: la publicidad de Los Cafres tocando este viernes en Faruk Mega Disco. No fue la banda la que me chistó sino la dirección del lugar: Av Tillard 120. Alto Abasto. Me reí solo mientras sacaba mi celular del bolsillo. Me cuesta enfocar con un dispositivo tan pequeño pero logré quedarme con lo que quería. Ya me imaginaba las caras de mis amigos al mostrarle mi evidencia mientras seguía subiendo por Belgrano.

Al pasar frente a una veterinaria hípica me olvidé por completo de las distintas alturas del Abasto y comencé a pensar en como harían los gauchos para venir montando sus caballos hasta ahí. Me imaginé un palenque en vez de parquímetros. Las puteadas de los taxistas cuando los percherones no los dejan estacionar. Me detuve y apoyé mis dos manos, formando un tubo, sobre la vidriera de la veterinaria y mi cara sobre el telescopio. Intentaba ver si en la parte de atrás tendrían algún pony aunque sea. No sería de extrañar que tuvieran un lugar donde cuidan algunos caballos en recuperación. En las veterinarias tradicionales hay para perros y gatos. El local era grande pero había pocas luces prendidas, me costaba ver hacia adentro. Recordé los negocios de la 9 de Julio.

En ese instante reaccioné de lo cansado que estaba, lo mucho que ansiaba mi cama y odié las 10 cuadras que me separaban de ella. Decidí retomar mi caminata a una velocidad de casi el triple que la anterior.
Me sorprendió oír el sonido de una moto que venía desde atrás, en contramano. Me di vuelta a ver quien era el inconsciente que subía por una calle céntrica que baja y vi la moto, ya frenada, a 5 metros. Un pibe de gorra agarraba el manubrio mientras me miraba. También vi otra persona, su socio, que venía corriendo hacia mí. Cuando se dio cuenta que me había dado cuenta me gritó mirándome a los ojos. Tenía los ojos negros y rojos, bien abiertos.
- Tate quieto ahí o te mato hijoeputa! Tenía puesta una campera de jean clarita abierta y escondía su mano izquierda adentro.

Sabía que tarde o temprano este momento llegaría, caminando por la ciudad a estas horas. Lo que sí nunca había pensado es en como reaccionaría al respecto.

Comencé a gritar, muy fuerte. No recuerdo que decían mis gritos, quizás sólo sonidos incoherentes pero al volumen más fuerte que me permitía mi garganta. También comencé a correr, lo más rápido que podía, mientras seguía gritando y buscaba algún ser viviente que pudiera, no sé si socorrerme pero, al menos ser testigo de lo que me pasaba para que luego pudieran llevarme al hospital lo más rápido posible.

En la esquina hacia la cual corría, a media cuadra, vi un taxi. Comenzó a tocar bocina al compás de mis gritos mientras también hacía señas de luces como si éstas pudieran ayudarme. El taxista, un viejo pelado, sacó su cabeza por la ventanilla y gritó que me subiera.

– Vení subite que te van a matar, dijo. Mientras me metía al taxi, vi que mi perseguidor se subía nuevamente a la moto de su amigo y que arrancaban Belgrano abajo.
-Vos sos loco? Preguntó mi salvador. No pude contestarle. Me dolía la garganta. Me miré las manos y no podía creer su temblor. Intenté frenarlo, en vano. Me metí las manos en los bolsillos de la campera mientras miraba si tenía todo en mi bolso.
– Te sacaron algo?
– No, creo que no…, dije casi llorisqueando. Miré por la ventanilla y ya íbamos por Velez Sarsfield.
– Adonde vivís flaco, no te preocupes que no te cobro. Pensé en decir la dirección de mi mamá pero me llevó un segundo darme cuenta que eso haría todo aun más dramático.
No me faltaba nada. Por suerte los auriculares estaban en el bolso y no en mis oídos cuando escuché la moto, pensé.
- Pero en serio flaco, vos sos loco? Yo los vi, vi todo. El negro que se bajó a chorearte tenía un chumbo adentro de la campera y vos corriste, le diste toda la espalda... En ese momento sentí más miedo que cuando nos habíamos mirado a los ojos y él me había dicho: Tate quieto ahí o te mato hijoeputa.

Todavía tenía parkinson cuando me di cuenta que ya estábamos frente a mi edificio. Aun tenía que cruzar la avenida. Me costaba abrir la puerta. El taxista me miró como si fuera su hijo del medio, prendió la luz y me dijo que lo esperara un minuto mientras buscaba algo en la gaveta.
– La gente está muy loca, hay mucha droga. Tené más cuidado, no seas boludo flaco… me dijo mientras me entregaba un pedacito de papel, arrancado de un volante de un lubricentro, escrito a mano.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace un tiempo que te encontré, y hace unos días que te estoy conociendo… lo curioso es lo oportuno del momento… me hipnotizo leyéndote… a mi también me duele… pero recién ahora se me está pasando el efecto de la morfina y lo siento… el dolor también libera… me gusta leerte… ¿será que soy la del medio?… mi hermana me dijo, crudamente, que Tracy no se había escapado. Murió desangrada, pariendo… me gusta leerte… me da celos la morocha madrileña…

jc dijo...

a mi tb me duele ser el del medio.
siempre pensé q quien muere al parir es como q le transfiere su vida al q viene. existe acto más noble q ése?