Pensé que no sería muy diferente a manejar la picap de mi papá. Dos días después me sentaba en algo que se parecía mucho más a un camión que a una camioneta, rumbo a Portugal. A mi derecha, contra la ventanilla, la vecina. Miré el espacio que nos separaba. Entraban dos personas más. Atrás, en cajas, las pertenencias de Fernando, el narcotraficante de caballos.
Me seducía la idea de conocer Portugal aunque fuera conduciendo un vehículo de 6 ruedas y 6 marchas. Pensé que poner sexta sería algo casi épico o similar a un orgasmo, bajo el agua.
La furgoneta era de carga por lo que no tenía estéreo así que yo iba tratando de recordar temas de r.e.m, de smashing pumpkins. Cuando me acordaba de alguna que me gustara, la tarareaba para así mantenerme más despierto ya que mi copilota no pronunciaba más que monosílabos. Argumentaba estar muy nerviosa por el motivo del viaje y lo combatía fumando hachis, hasta hacer el aire de la cabina irrespirable. Luego el silencio sólo sería invadido por un par de sus risotadas, las cuales intentaba camuflar cuando se daba cuenta que no estaba sola. Por último se quedaría observando por su ventanilla como si mirara Todos los perros van al cielo con 8 años hasta que, algunos minutos después, tan sólo se escucharían sus ronquidos y uno que otro golpe de su cabeza contra la ventanilla, ante lo cual ni se inmutaría.
Cambiar de país sin frenar, ver las oficinas y garitas de la aduana totalmente abandonadas y, segundos más tarde, descubrir en los carteles que el idioma cambia; fue el reflejo más gráfico de la Unión Europea que tuve.
Ya cuando llegamos a Porto la vecina me delataría el porque de sus nervios, quizás en un ataque de honestidad post canábica. Las cajas que llevábamos iban rumbo a la casa de la ex mujer del narco a quien éste había abandonado, hacía ya varios años, junto con sus hijas. Y estas pertenencias serían entregadas por ella, su nueva novia. Tras el ataque de sinceridad llegó el de paranoia. Cuando llegamos a la dirección que coincidía con la que teníamos anotada en un papel, la vecina no se animaba a bajar. Pasamos 15 minutos frente a la casa y la vecina me decía con los ojos rojos que la perdonara pero que no, que no podía bajar. Mientras abría la puerta y pisaba el escalón previo al suelo pensé si lo que estaba sintiendo sería clemencia.
- Clemencia… murmuré mientras tocaba el timbre y creo se me escapó una sonrisa al acordarme de Clemente y su amor imposible, la mulatona. Pensé que me hubiera gustado que mi vecina se pareciera un poco más a la mulatona.
4 comentarios:
atravezando es con s. Te había dicho antes que me molesta que seas tan cobarde? y encima te hacés el raro. Bancátela pibe. Si te fuiste, disfrutalo y listo. No hace falta que te hagas el artista.
jaja no quiero meterme no? pero es muy gracioso que digan cobarde escondido detras de un "anonimo" ja, es como una caricatura con miedo a ser dibujada... chistosa pero da pena.
zi.zi... jaja
pd: el n2 nos llevara a portugal tambien?
...yo voy.
a.b (anónimo bardero): esteee, no. creo q no me habías contado cuanto te molestaba mi ¿cobardía? una amiga mia dice q no me hago el raro, q lo soy y q me queda tan bien... igual gracias x leerme, x decirme lo q tengo q hacer, papá. quien te dijo q no disfruté ese viaje? con lo de hacerme el artista pasa lo mismo q con lo de la rareza.
g: metase tranquila miss g, para esos son los blogs creo. vaya si es cómico el comentario de a.b. me hiciste acordar al capítulo del pato lucas en q se pelea con su propio dibujante y lo empieza a bardear y éste agarra y lo borra con la otra punta del lapiz, la q tiene la goma. che, a.b no será el pato lucas?
el n2 termina el recorrido justo en Porto. vamos. tenés cospeles?
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