26.3.08

Las gaviotas quieren conquistar el mundo. Parte 2.


Sabés donde está el baño?



Al salir de la Plaza Mayor comencé a caminar por una callejuela en forma de pasillo, con varias estatuas vivientes a ambos costados, paradas sobre taburetes, como gárgolas sobre los transeúntes. Un Robocop, un Flash, una Cruela de Vil con dálmatas reales atados alrededor. Tres. Dos dormían, uno sobre el otro; el tercero se lamía las bolas. Pensé en cuanto se le complicaría a Cruela con los ciento uno. Un viejo que venía caminando en dirección opuesta me miró y se sorprendió como por lo general se sorprende la gente cuando ve a una persona reírse sola. Segundos después me sentí culpable; probablemente las gárgolas eran argentinos, buscándose la vida en España, como yo. Intenté imaginarme preparando el vestuario y maquillaje para mi gárgola.

Una vez para una fiesta de disfraces fui de El Cuervo. Había bajado de Internet fotos de Brandon Lee en esa película y le pedí a mi novia de ese entonces que me maquillara tal cual, que me enrulara un poco el pelo. A mi mamá le hice atar los puños de una remera negra manga larga, para poder sacar los pulgares por un lado y todos los otros dedos por el otro. No pude conseguir ninguna foto de la película donde se vieran las manos de Brandon pero igual me parecía que sino las tenía así, las hubiera tenido que tener. Encima de la remera me puse una campera negra y larga de cuero y abajo unos jeans ajustados, también negros.

- De qué te disfrazaste? De Robert Smith?

Me preguntó el Freddy Mercury que atendía la barra esa noche. Tenía una camiseta musculosa muy ajustada. Era todavía más flaco que el original. Se había pintado el bigote con corcho quemado. Recordé que, casualmente, el soundtrack de la película abría con un tema que se llamaba Burn, de The Cure. Freddy me miraba, esperando una respuesta.

- Sí… sos el único que se dio cuenta, chabón…
- Es que yo soy del palo… Vos y yo deberíamos hacer algo, una versión oscura de Another brick in the wall, por ejemplo… me dijo, entregándome un gin tonic.
- Another brick in the wall ya es lo suficientemente oscura; aparte es de Pink Floyd, no de Queen.
- Tenés razón, Robert. Qué animal soy... pasa que estoy medio mamerto, viste? Me estoy tomando un trago por cada uno que sirvo. Pero pará, el nombre de la canción era algo así. Another, another one... la puta! Esa de morder el polvo...
- Sabés donde está el baño?

No. Me cagaría de hambre. Nadie conoce al Cuervo ya; un héroe demasiado efímero, demasiado noventoso, demasiado vulnerable. Aparte, la remera de las mangas atadas se la di a mamá para que limpiara los vidrios cuando le vi una igual a Enrique Iglesias, en un video. La suya no era negra sino beige, pero tenía las mangas atadas.

- Seguro no la querés más? Está casi nueva. Le desato las mangas si querés…
- No vieja, usala para las ventanas.

Enrique Iglesias, tal vez me lo cruce a Enrique Iglesias, pensé. Debe vivir en Madrid y sino capaz que viene a visitar a su papá, o a algún amigo. Debe tener algún amigo en Madrid. Capaz me lo cruzo. A Enrique, no a su amigo. O quizás también a su amigo pero, a no ser que pase abrazado y riendo junto a Enrique, jamás sabré que lo es. Tengo las mismas chances de cruzarme con Enrique o con su amigo que vive en Madrid que con la rubia; una en tres millones.

Los dos perros de Cruela seguían durmiendo. Pensé que tal vez estarían muertos y que Cruela no recaudaba aún lo suficiente como para reponerlos, entonces los ponía así; uno con la cabeza sobre el cuello del otro, como si durmieran. El tercero ahora tomaba agua de un platito que había junto al taburete. Parecía triste; tal vez los otros dos perros eran sus hermanos. Me acordé que mi hermana una vez me había contado que los dálmatas no le tienen miedo al fuego.

- Mentira Triana… todos los perros le tiene miedo al fuego.
- No Juan, los dálmatas no; por eso los usan los bomberos.

Miré a los dos que dormían. No parecían chamuscados. Tal vez no murieron en un incendio sino de poliomelitis, si es que los perros pueden tener poliomelitis. Metí la mano en el bolsillo de mi jean para ver si tenía monedas, cuando sentí que alguien me tocaba el hombro y decía

- hola…

demasiado cerca de mi oído como para decírselo a otra persona. Allí estaba, por tercera vez en minutos, con toda su sonrisa. Le ocupaba tres cuartos de la cara.


1 comentario:

Anónimo dijo...

chabon hasta ahora me tenes enganchado en la historia, lo que no entiendo es ese repudio a las cosas que hacen las personas que repudias... si enrique iglesias usa camisa con mangas atadas, vos no podes hacer lo mismo porque serías igual a él???? te cuento que tambien come, caga y duerme eh...

Un abrazo.
_Negro_