24.6.08

Las gaviotas quieren conquistar el mundo. Parte 13.


Andiamo?




Bajó la cabeza y me miró fijo. El reflejo de las luces de la catedral iluminaba la mitad izquierda de su cara. La derecha permanecía tan oscura como la supuesta gaviota que había aleteado arriba nuestro. Qué haría una gaviota en una ciudad tan mediterránea como Madrid, tan lejos del Mediterráneo? Tal vez habría nacido sin el sentido de la orientación innato con el que nacen estas aves y así, cuando toda la bandada doblaba hacia el Sur, hacia las Canarias; ella lo había hecho hacia el Norte, hacia la capital.
Caterina me miraba con media cara, con un sólo ojo, siendo un cíclope y me hacía sentir que la hormiga que se había infiltrado por mi pupo a la tarde, despertaba de su larga siesta y que ella misma también despertaba, uno por uno, a su millón de hijitos. Vi que se abría la mitad izquierda de su boca y en el segundo previo al que una voz se escapara desde adentro, como si sus labios constituyeran la salida de una cueva que liberaba un sonido que venía desde muy lejos, desde muy adentro; sonó su celular. Ante tanto silencio, el timbre del pequeño teléfono estalló como si todo el tiempo que no había sonado hubiera estado guardando energías para que, cuando alguien llamara, estallara con toda la furia. Ella miró la pantallita y, automáticamente, su cara se transformó a una que nunca había visto. Cerró sus ojos con fuerza durante dos segundos, respiró hondo y abrió el celular.

- Pronto…

Mirándome seria, como no lo había hecho hasta entonces, formó una cruz entre su dedo índice y sus labios, que ya no me parecían tan próximos. Mientras hablaba, la mutación en su cara continuaba y a cada segundo yo sentía que se iba más lejos; como si la persona con la que estaba hablando la estuviera sacando de ese lugar, la estuviera absorbiendo; como si unas grandes olas la estuvieran llevando mar adentro y yo observara todo desde la costa, sin poder hacer nada, sin saber nadar. Tampoco entendía nada de lo que decía, pero ese italiano sonaba tan bello desde su boca que me hizo pensar que ese idioma había sido inventado para que ella lo hablara. Que si tal vez hubiera una competencia para encontrar el hablador oficial de cada idioma, ella merecería el del país con forma de bota. Pensé en contarle que Santa Fe también parece una bota pero ella fruncía su seño cada vez más, mientras le decía a alguien palabras que yo me esforzaba por entender, en vano.

Siempre había pensado que el italiano era bastante comprensible, por la raíz en común con el español pero, al escucharla, mi hipótesis perdía toda coherencia. En un momento dejó de hablar y cerró los ojos, como si estuviera escuchando algo muy importante. De uno de sus ojos cerrados se filtro una lágrima y comenzó a descender por su cachete. Me hubiera gustado saber que hacer en ese momento pero sentí que cualquier cosa que dijera sonaría cursi, que arruinaría aún más las cosas.

Eran más de las 3 de la mañana y la catedral continuaba iluminada. Pensé que semejantes reflectores, encendidos toda la noche, gastarían muchísima electricidad. Tal vez, prorrateado entre todos los habitantes de Madrid, no serían más de tres o cuatro céntimos por persona. Pensé en preguntarle si sabía cuantos habitantes tenía Madrid, cuando recordé que mi papá me había dicho mientras yo armaba la valija, el día antes de tomar el avión:


- Tené cuidado, Juan. Mirá que Madrid no es como Córdoba, tiene más de tres millones de habitantes…


Ella seguía hablando por teléfono y yo sin saber que hacer, por lo que abrí mi celular y busqué la calculadora. Marqué 0.03 por 3.000.000. El resultado fue 90 mil.

- Ja, noventa mil euros para iluminar una iglesia…


dije en tono sarcástico. Ella se había alejado un par de metros pero yo sentía que esa llamada la había llevado mucho más allá. Hasta Moscú por ejemplo. O Vladivostock, que es la última ciudad al este de Rusia, justo en frente de Japón.

Casi veinte minutos después, cortó. Era otra. Yo era otro, la noche era otra y a pesar de sus luces, la catedral me parecía la de Villa Giardino. Pensé que en ningún momento de la charla por teléfono había visto que se le marcaran sus hoyuelos.

- Andiamo, Cate?

- Andiamo…

Volvimos caminando sin hablar pero el silencio no era el mismo que cuando nos habíamos sentado en las hamacas a fumar, antes que su celular sonara y ella atendiera diciendo:


- Pronto…


La noche había perdido su magia; nosotros también. Media hora después me ponía la remera de The Cure para dormir. Antes de apagar la luz murmuré:

- Buenas noches Cate…


Me ilusioné pensando que ella estaría haciendo lo mismo en su cuarto. Que se acostaba y que pensaba que, a pesar de que la llamada había arruinado la noche, la había pasado bien conmigo.

Soñé que estaba, de frac, adentro de la catedral más iluminada del mundo. En frente mío, un cura todo maquillado, con la cara de Robert Smith, con la biblia en sus manos. Se abría la enorme puerta de la iglesia y ella aparecía, descalza y vestida de novia, de la mano de Navarro Montoya, su padre. Mientras daba sus primeros pasos hacia el altar, hacia mí, hacia nuestra unión eterna, comenzaba a sonar el arpegio de guitarra con el que empieza Stairway to Heaven.


3 comentarios:

tantomundo dijo...

juan cruz!! cómo andas, campeón? cuando volves a casa13 los miércoles? que andes bien che. un abrazo.-

bzt: dijo...

su padre navarro montoya??? starway to heaven???
tas durmiendo bien??
los xanax estan en el cajon de mi pieza...
p.d.ahh.. la remera de los chemical, de la gira de vladivostock por favor...

jc dijo...

mm: luego de 3 anios seguidos de casa 13, he decidido darme un recreo; pero volveré, está claro q volveré...

bt: there´s a goalkeeper who´s sure all that glitters is gold & he´s buying a stairway to heaven.