2.1.09

Las gaviotas quieren conquistar el mundo. Parte 17.

Cómo sabés quién va ganando?



Corté mientras miraba por la ventana. Todavía era de noche. Puse un disco de Echo & the Bunnymen y me metí a la cama. Me dormí pensando en la injusticia que sufría esa banda que nunca había logrado el reconocimiento de grupos contemporáneos suyos como de The Cure o Depeche Mode, siendo igualmente o más virtuosos que ellos. Me desperté a las tres de la tarde. El equipo de música había quedado en repeat toda la noche y sonaba “Lips like sugar”. Pensé en los labios de Caterina, en si ya habría llegado a Madrid. En la cocina el televisor seguía prendido, pasaban una carrera de ciclismo, la pasión de mi tío.

- Tío…
- …
- Tío!
- Qué? Qué pasa Juan?
- Nada, no sabía si estabas o no…
- Sí, estoy mirando la carrera.
- Che, cuánto hay de Santander hasta acá?
- En kilómetros?

- No, en horas.
- Ah, ni idea…
- Y en kilómetros?

- Tampoco…
- …
- Por?
- No, por nada…

Abrí mi celular, busqué su nombre y apreté send. Al segundo ring escuché su voz:
- Perdona Juan, no puedo hablar ahora, luego te explico…

Y me cortó. Pensé que era raro que me dijera eso. Intenté imaginar en que situación estaría que no podía hablar. Quizás bajándose del bus en la terminal de Madrid. Le mandé un mensaje: “Quería saber si ya habías llegado a Madrid. Avisame. Te extraño”.

- Y tío? quién gana?

- Y quién va a ganar? mi pollo Lance! Le saca casi dos minutos al segundo!

Mi tío, aparte de ser fanático del ciclismo, le rinde el culto que una colegiala norteamericana le puede rendir a Britney Spears, a Lance Armstrong. Tiene hasta libros sobre él: “Cada segundo cuenta”, “El método Amstrong de entrenamiento” y su autobiografía "No se trata de la bicicleta". También tiene un póster: Lance sonriendo sobre su bicicleta con los brazos en alto, colgado en el baño, arriba del inodoro. Cuando no las pasan por la tele, escucha las carreras por la radio. A veces también va a lo de la vecina y las graba en vhs. Guarda estos casettes apilados atrás de la heladera. Con un marcador rojo escribe lo más prolijamente posible: “tour de france 05”,“vuelta de españa 2006”. No tenemos videocasetera.
Me serví un vaso con leche fría y me senté al lado de mi tío. No podía creer que alguien se pudiera poner tan nervioso mirando como gente pedaleaba.


- Cómo sabés quien va ganando si lo filman sólo a él?
- Sabías que tenía cancer de testículos con metástasis en el cerebro y los pulmones y cuando todos le pronosticaban lo peor, el tipo se recuperó y ganó siete veces el Tour de France; algo que nunca nadie logró?
- No...
- Y que sale con Sheryl Crow?
- Nah, me estás jodiendo...
- Que no, no estoy de coña.
- Qué bárbaro...
- ...
- No te aburre?
- Qué cosa?
- Ver gente pedaleando
- Peor es mirar personas corriendo atrás de una pelota, acá por lo menos el paisaje va cambiando...
- Ja...
- ...
- Y le gusta la música?
- Qué?
- Si le gusta la música, para estar de novio con Sheryl Crow... Encima semejante mina...
- Mmm, ni idea...
- Capaz cuando entrena pone los discos de ella en el i-pod.
- El qué?
- Nada, nada.
- Ya falta poco...
- Che, no me contestaste. Cómo sabés quien va ganando?
- Ahí abajo dice, no ves?


En la parte de abajo de la pantalla decía, efectivamente, el nombre de quien iba primero, el pollo de mi tío. Me puse a pensar como habría descubierto Lance su amor por la bicicleta, cuando se había dado cuenta de que se pasaría la mayor parte de su vida pedaleando, que de eso viviría, que superaría el cancer de tesículos por amor a la bicicleta, que la gente colgaría posters de él en sus baños, arriba de los inodoros.

Entonces me acordé cuando me regalaron mi primera bicicleta. Fue para Reyes de cuando tenía 8 o 9 años. Era una bici cross verde marca "Enrique", con rueditas. A mi hermano, quien se había encargado de dejar el pastito y el agua junto a la puerta, le trajeron un barrilete de Mazinger Z. Después de almorzar, mientras yo probaba mi bici en la vereda de casa, él corría de acá para allá con su barrilete. No había viento ni forma que lo hiciera volar. En un momento dejó el barrilete en el piso y se me acercó:

- Sabías que esta bici es mía, no?

- Qué? Estás loco vos.
- Sí, si. Es la mía, la roja que tenía y me quedaba chica. No viste que no está más en el garage?
- Pero ésta es verde, tiene rueditas…
- Las rueditas se las puso papá, pavo; después de pintarla de verde…
- Vos estás celoso porque a mi me trajeron esto y a vos un barrilete de mierda.

- Ah, sí? No me crees? Ya vas a ver…

Dijo mientras empezó a mirar alrededor suyo en el suelo, como buscando algo que se le había perdido. Alzó un pedazo de ladrillo que había junto al cordón de la vereda y se volvió hacia mí.

- Pará! Qué vas a hacer?

- Te voy a abrir los ojos, pendejo.

Y ahí nomás empezó a darle con el ladrillo al caño que unía el manubrio con el asiento. A medida que iba saltando la pintura, se empezaron a ver partecitas rojas. No me acuerdo más que hasta ahí. No recuerdo si me largué a llorar, si le intenté pegar, si me fui corriendo a acusarle a mamá mientras la pintura verde saltaba para todos lados. Tampoco me acuerdo si en ese momento supe que eso rojo que aparecía era la pintura original del cuadro de la bicicleta o era el color que dejaba el ladrillo al estrellarse contra el caño.


Todo esto pensaba cuando sentí que en mi habitación, mi celular me avisaba que había recibido un mensaje de texto. Desde un teléfono que no tenía agendado, leí lo siguiente: “Oye chico, soy el novio de Caterina. No escribir y no llamar más". Al leer eso lo primero que me vino a la mente fue pensar que ella le había dicho que yo era cubano, o venezolano. Luego comprendí porque no había podido hablar cuando la llamé y los imaginé juntos, acostados en la cama, escuchando Doors. La vi a ella con poca ropa, mostrándole mi mensaje donde le decía que la extrañaba; ambos riéndose de mí. Desde el avión que me había hecho llegar a ese continente que no sentía nauseas. Entonces nuevamente pensé que era mejor no volverla a ver, no llamarla; pensar que todo había sido una joda del destino, que ella era algo que había pasado rápidamente, como el huracán que llevaba su nombre en inglés y había sucumbido a Nueva Orleans.

Creo que lo que más me jodía no era pensar que aun seguía con su novio, ni que no habíamos cogido; sino que no volvería a ver los hoyuelos de su sonrisa. Cada vez que lo hacía es como que me daban más ganas de vivir.





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4 comentarios:

Javier Martínez Ramacciotti dijo...

Comentario rápido e insistancial:

1-El final del texto me produjo mucha ternura. Imaginé esos hoyuelos como nidos donde dormir una siesta ininterrumpida, bajo el cobijo caliente de su respiración.
Un acierto de la sintaxis:
"esos hoyuelos COMO QUE me daban más ganas de vivir"
es mucho mas efectivo que
"esos hoyuelos me daban más ganas de vivir"
2-Acaso entre Lance y el personaje-narrador haya una analogía.
El ciclista luego de perder los huevos por el cancer, tercamente se puso sobre las dos ruedas y siguió pedaleando.
Acaso espero que el personaje, luego de ser castrado por semejante sms, se arroje sin esperanzar contra el viento para continuar la carrera.
Esos arrojos como que me dan ganas de vivir.
3-No sé si te lo dije. "las gaviotas quieren conquistar el mundo" me parece un título genial.
Una vez soñé con gaviotas conquistadoras.
Era terrible, y hermoso a la vez.

¿Comentario rápido dije?
Saludos de alguien que se estanca en córdoba all summer.

jc dijo...

comentarios como el suyo, sr sobrino de celador, como q hacen q me den más ganas de seguir escribiendo. gracias. posta.

Javier Martínez Ramacciotti dijo...

Respuestas como la suya, Sr delator de sesión de fotos a familiar, hacen como que tenga más fe en seguir haciendo comentarios.

Tienen sentido.

The great commenter.

Anónimo dijo...

Esta es quizás la narración tuya que más me guste.
El motivo: no sé. Quizás tu facilidad para enriquecer situaciones tan simples y cotidianas.
Lo leí hace mucho, y lo busqué de nuevo. "Armstrong" en el buscador me permitió encontrarlo con mayor celeridad.

Abrazo
lole