17.12.08

Las gaviotas quieren conquistar el mundo. Parte 16.

Una vaca qué?




- Igual una vez no me quedó otra…
agregó papá.
- Cómo?
- Sí, que una vez fumé esa porquería; pero no cuenta.
- Cómo que no cuenta?
- Sí, porque no tragué el humo
- Y para qué fumaste?
- Pasa que estaba con una mina, una de las veces que fui a Nueva York. Estábamos sentados tomando algo en un bar y ya estábamos los dos medios borrachos. A mi se me complicaba mucho con el idioma, pero cada whisky que me tomaba me ablandaba más la lengua. Y entonces en un momento la mina me pregunta si yo fumo y yo, para hacerme el canchero, le digo que a veces sí, pensando que hablaba de cigarrillos normales y ahí nomás sacó un cigarrillo de droga de su cartera…
- Un cigarrillo de droga?
pregunté conteniendo la risa
- Sí, un porro…
- Ajá… Y?
- Y nada, que ahí nomás lo prendió y yo no me animé a decirle que en realidad yo pensaba que se refería a los cigarrillos normales. Le pegó varias pitadas y después me lo pasó. Le di una sola seca y se lo devolví; guardé todo el humo en mi boca y garganta y apenas miró para el otro lado, lo largué y entonces…

Papá seguía hablando pero yo ya no lo escuchaba. No quería saber como había terminado la historia. Recordé que todas las veces que había ido a Estados Unidos, todavía estaba casado.
Ya no me dieron muchas ganas de seguir hablando así que decidí ir directamente al tema por el que lo había llamado.


- Y vos qué decis que haga con esta mina, viejo? Me gusta mucho pero está en otra… Según ella no quiere volver a verlo al novio pero no sé; es muy rara… Está sola acá en España, la quiero ayudar; quiero que se enganche conmigo. El novio le pega viejo, le pega...

Papá me escuchaba sin comentar. No sé si realmente estaba prestando atención a lo que le decía o es que seguía leyendo un artículo sobre la utópica restauración de la democracia en Irak en el suplemento Enfoques de La Nación.


- Me estás escuchando papá?
- Claro que sí.
- Ah, como no me decís nada…
- Es que, hijo, lamento decirte que no te digo nada porque en estos momentos no hay nada que se pueda hacer. Es como si a una palomita de la virgen le hubieran dado un hondazo…

Palomita de la virgen. Mi papá es una de esas personas que cuando va al campo se la pasa mirando para arriba y puede descifrar, tan sólo con la silueta o el canto, el nombre de cada pájaro. Tiene un libro que se llama “Las 1001 Aves de Argentina”. Uno de las primeras veces que el juez del divorcio autorizó a que yo pasara todo el fin de semana con él, me llevó a la casa de campo. Sólo nosotros dos. Mis hermanos aún todavía estaban muy dolidos, no lo querían ver; lo culpaban a él por la separación. Yo también, pero al mismo tiempo me daba mucha lástima verlo sentirse tan culpable. Era la primera vez que íbamos solos al campo, y obviamente el clima era muy distinto a como había sido siempre que íbamos los cinco. A la noche la cosa se puso más incómoda todavía porque estábamos los dos sentados a la mesa, casi sin hablar, con el ruido del sol de noche como único sonido ambiente. El se dio cuenta de lo mal que la estaba pasando y entonces me dijo:

- Te desafío a un juego!

Yo tenía que elegir cualquier pájaro del libro, tapar su nombre, mostrarle la ilustración y él adivinaría que ave era. Le pegaba a todos. Lo que más me molestaba es que después de que yo le decía que sí, que había adivinado, hacía comentarios del tipo “esos hay sólo en el litoral, sobre todo en Corrientes” o “este pájaro en particular es vital para el ecosistema cuyano porque se alimenta a base de víboras y ratones que, a su vez, se alimentan de uvas”. Todavía me acordaba de algunos pájaros del libro: el sietecolores, la calandria, la urraca, el quinto b o bicho-feo; pero no de la palomita de la virgen. Tampoco de las gaviotas. Estaba convencido de que nunca le había hecho adivinar esa paloma a papá, por lo que no podía hacerme una imagen gráfica del bicho. Me imaginé una paloma con un mini disfraz de monja; no pude evitar reírme.

- Vos reite nomás pendejo, pero escuchalo a tu papá que de esto algo sabe. Es como te dije, esa tana es como una palomita de la virgen que la han cascoteado. No hay que intentar hacerla volar porque aun está dolida y puede ser peor. Hay que esperar que, con el tiempo, se reponga sola...
- Se reponga sola…
repetí sin poderme quitar de la cabeza la imagen de la paloma-monja.
- Sí, sola hijo… Y sola volverá a volar, recién cuando esté lista…
- Recién cuando esté lista…
- Vos me estás tomando el pelo, pendejo?
- No, por?
- Porque no hacés más que repetir lo que digo.
- No viejo, es para mentalizarlo… Che, y si vuelve con el novio, que hago?
- Mmm… Y nada Juan, si hace eso es que es una vaca alambrera…

Mi papá y sus alegorías rurales.


- Una vaca qué?
- Alambrera hijo, una vaca alambrera.
- Y qué se supone que es eso?
- A veces, en los ganados, hay algunas vacas que no se sabe bien por qué, les gusta escaparse del grupo; cruzan el alambrado, aunque sea de púa. Los peones le suelen colgar largos palos del cuello para que se enganchen en el alambre y no puedan cruzar, pero no hay caso. Son alambreras y siempre, como sea, se escapan. Vaca alambrera, muere alambrera..
- Pero como lo cruzan, no se enriedan con el palo?
- Nadie sabe como hacen, parece que toman carrera y lo saltan.
- Que bárbaro… Che, y cuál es la relación de Caterina con la vaca alambrera?
- Eso, que por más esfuerzos que hagas, la vaca alambrera, muere alambrera.
- Ajá… No puede cambiar?
- No Juan, las vacas no cambian, la gente tampoco, y mucho menos las minas.
- Claro…
- …
- ….
- Che, cómo anda mi primo Huguito? Esta ahí? Me pasás con él así lo saludo?

Miré a mi tío. Seguía durmiendo abrazando la almohada, de costado. En la parte del colchón que estaba junto a su boca abierta, había una mancha de baba con la forma de Brasil. Una de las pocas cosas que sé de mi tío después que se fue de Argentina es que apenas llegó a España se había casado con Marilia, una odontóloga de Porto Alegre que también pensaba que su vida iba a ser mejor en Madrid. Una tarde me contó que se habían separado después de medio año porque no tenían sexo. Me confesó que eso era culpa suya pero no es que fuera impotente sino que no se sentía atraído para nada hacia ella. Le pregunté para que se había casado entonces y me dijo que porque ella había estudiado, era una profesional y pensaba que eso le iba a simplificar la vida.


- Está durmiendo Papá, acá son las cinco de la mañana.
- Ah… y qué hacés despierto a esa hora?
- Te mando un beso viejo, que andes bien….




2 comentarios:

nt dijo...

estás mejorando, jc, estoy sorprendida...

Caro dijo...

jajaj! Genial.