13.6.06

el salmón

Quedé en encontrarme con mi amiga Claudia en el Oso diez minutos después de salir de trabajar. Allí estaba lleno de mexicanos, borrachos, festejando el triunfo de su selección ante Irán, creo. Tomaban tequila, cantaban rancheras, canciones de molotov y decían “cabrón” constantemente como en un intento de reforzar su mexicanidad. Me senté en un escalón cercano a observar los hermanos latinos y a pensar si yo tendría que haber hecho lo mismo la noche anterior con el triunfo de Argentina. Pensé que seguramente ese mismo lugar habría estado plagado de porteños con remeras de boca, de san lorenzo cantando canciones de la bersuit. No me arrepentí de no haber estado allí. De repente vi aparecer a Claudia. Ella no me vio, yo era un azteca más. Pensé en ir a saludarla pero dos segundos después decidí que no. Quería verla buscarme entre los mexicanos. No era un castigo porque llegara tarde, sino que simplemente siempre me ha gustado observar a la gente sin que sepa que lo hago. Ver a una persona sin que se dé cuenta es como verla desnuda. De repente nuestros ojos se encontraron, pero sólo los de ella se sorprendieron.
- Capullo, ya me habías visto antes… dijo al sentarse a mi lado en el escalón.
- Sí, me gusta hacer eso le contesté. Quiso decir algo pero supongo que no se le ocurrió qué o al menos no en español. Luego de unos segundos sólo dijo sin dejar de mirar como bailaba un mexicano, vestido de mariachi:
- Tú sí que eres raro, chaval…
Caminamos hacia Lavapies buscando un bar que me habían recomendado en la calle Espíritu, calle que nunca encontramos porque se llamaba Esperanza. Claudia se asustó cuando le dije que habíamos llegado al bar. No había cartel ni fachada que anunciara tal cosa, simplemente un timbre el cual luego de hacerlo sonar apareció una morochita con un piercing en el labio diciendo
- Si?
- Hola, podemos pasar?
- Pues claro, adelante…
Claudia seguía un poco asustada, me parece. Yo pedí una cerveza y cuando pedí una coca cola para mi amiga lo moza comentó:
- No tenemos ese tipo de refrescos aquí. Las cervezas fueron dos.


Eran casi las doce cuando me despedí de mi amiga en la boca del metro. Era la última noche del Nico en Madrid y yo le había prometido pasar a saludarlo. Llegué a su casa muerto de hambre y comí los restos de un matambre al horno con una ensalada de repollo seca, sin condimentar. Su vuelo salía a las 9 am por lo que había decidido pasar la noche en vela para dormir en el avión y yo, como no trabajaba al día siguiente, me ofrecí a hacerle el aguante. Vimos Rogger Rabbit, hablamos de música, del mundial, de la fiesta de la cual nos habían echado la noche anterior. En un momento miré por la ventana, ya comenzaba a clarear. El Nico fue a ducharse y me dejó solo en el living, escuchando Spinetta. Di vuelta el sillón y me puse a mirar el cielo desteñirse como si mirara Rogger Rabbit II. Hacía mucho que no era testigo de un amanecer sobrio, pasivo. Intenté imaginarme sentado en la arena de la playa, esperando que saliera el sol. Comenzaba a cabecear cuando mi amigo apareció bañado y perfumado por la puerta pidiéndome que le ayude a bajar las valijas. Nos despedimos en la calle con la incertidumbre de saber si volveríamos a compartir momentos tan lindos en esta ciudad, si nos volverían a echar de otras fiestas. El taxi arrancó con mi amigo adentro y yo comencé a caminar rumbo a casa. Lunes 7 am, una nueva semana comenzaba en Madrid y el mundo y yo, yéndome a dormir. El salmón. En una esquina dos borrachos discutían en un pésimo español. Gritaban. Según lo poco que escuché y pude entender el motivo de la discusión era determinar cual de los dos países (seguramente sus países) era más pobre: Bangladesh o Marruecos. Cuando pasé al lado de ellos uno me paró. No sé si era el marroquí o el ¿bangladeshí? y me preguntó:
- Amigo, amigo: ¿Qué es más pobre, Bangladesh o Marruecos?
- Disculpa, no hablo español… dije con acento sueco y seguí caminando mientras pensaba si al Nico le habría tocado pasillo o ventanilla.