18.4.08
Las gaviotas quieren conquistar el mundo. Parte 7.
Tío, acá no pasan el Chavo?
Antes de tocar el timbre me hice la señal de la cruz, como el nueve de platense antes de salir a la cancha, como Navarro Montoya. Me estaba besando la mano cuando vi a través de la puerta de vidrio de entrada del edificio. Una gorda cuarentona bajaba por la escalera con un perro y se sorprendía al verme, al ver un joven persignándose en la puerta de su edificio. Me sentí ridículo e hice como si me picara la boca y me la estuviera rascando.
- Entras? Parece que va a llover… dijo, mirando el cielo.
Miré el cielo yo también. Había un par de nubes grises, pero no parecían de lluvia. Como si hubiera advertido lo que yo opinaba, continuó:
Es que nunca sabes como será con este clima madrileño de los cojones. Cuando parece que no va a caer ni una gota, llega el puto diluvio universa con Noé, su barca y todos sus jodidos animalitos dentro… Seguro no quieres entrar?
- No, gracias. Estoy esperando a que baje alguien.
- Vale. Yo voy a sacar al Pepo a dar un paseo y tengo que cerrar porque sino se meten los yonquis a dormir bajo la escalera. Pero tú no pareces uno; si quieres te abro cuando vuelva, cuando el Pepo acabe de hacer sus cosillas… No suele tardar mucho, a no ser se eche una novia por allí. O no Pepo que cada vez que salimos de paseo te follas a la primer perra que se te cruza? O no que eres todo un guarro?
le decía al perro mientras lo agarraba de sus cachetes y le repetía la pregunta, como si se hubiera olvidado que yo estaba ahí; como si el apocalipsis hubiera llegado y ella y su perro fueran los únicos sobrevivientes.
A que sí precioso, a que eres el más guarro de todos los dálmatas de Madrid?
Cuando escuché el nombre de su raza, pensé que tal vez fuera el único perro vivo de Cruela; que como ese personaje no le era redituable, había decido cambiarlo; que ahora sería Marilyn Monroe, Doña Florinda, la bruja del 71. Que ya de nada le servía el dálmata, que era una boca más que alimentar. Que tras enterrar a sus hermanos junto al río, había decidido abandonarlo en esa plaza, frente a lo de Caterina.
Luego recordé la conversación que había tenido el domingo pasado con mi tío, mientras mirábamos en la cocina un talk show en el que, amas de casa al pedo, discutían sobre porque en España cada vez los hombres se negaban más a tener hijos.
- Tío, acá no pasan el Chavo?
- Qué va, Juan!… Aquí el humor latino no funciona.
Hacía casi treinta años que mi tío vivía en España, desde fines de los setenta . En su pequeña biblioteca había una copia de El Capital y varios libros de Trosky. Una tarde le pregunté si se había ido de Argentina exiliado y me contestó que no; que sólo se había aburrido de su trabajo de cadete en una zapatería de la 9 de julio. Que un día mientras fumaba un cigarrillo en su hora de descanso, sentado en un cantero de la peatonal, vio una publicidad en un diario tirado en el piso sobre un barco que iba hasta Italia y que usó todos sus ahorros para ese pasaje. Que el viaje duró casi un mes. Que era la primera vez que veía el mar. Que no aguantó hasta llegar a Palermo y se bajó en la primera parada del barco, en Galicia. Su forma de hablar era rara. No había asimilado del todo el acento español, pero sí sus expresiones.
Pobre Cruela, pensé. Quizás el marido la haya abandonado porque ella quería tener hijos y él no. Y que como no tenía trabajo pero se le daba bien la imitación, había decido probar suerte con las estatuas vivientes, que en ese entonces eran novedad en España.
Ojalá haya optado por Marilyn, pensé. Me la imaginé yendo a una casa de electrodomésticos a comprar un ventilador que le levantara constantemente su pollera. Que aunque fuera pleno invierno ella entraría al negocio y diría:
- Hola, busco un ventilador.
- Caloventor?
- No, no. Ventilador solo.
- Ah sí, claro. Déjame chequear, creo que debe haber algunos en el depósito. De qué tipo busca?
- Crees que soy parecida a Marilyn Monroe?
- Cómo dice?
Tal vez un día volviendo del trabajo, la gorda vecina de Caterina se había encontrado con el dálmata de Cruela-Marilyn vagabundeando por la plaza frente a su edificio, buscando un resto de pizza, o kebab. Y que, como su soltería ya le estaba comenzando a pesar porque todas sus amigas ya estaban casadas o con hijos, no habría tardado en encariñarse con el perro que le había lamido su rodilla mientras ella estaba sentada en un banco, mirando las nubes, intentando adivinar si iba a llover o no. Y que de repente sintió algo raro en su rodilla y bajó la mirada y vio al dálmata, que le pasaba la lengua suavemente por la piel de su pierna, como si intentara lamer un poco de leche derramada.
Y ella había decidido ponerle Pepo porque le hacía acordar a su tío Roberto, a quien ella le decía Pepo cuando iba al jardín, porque no podía decir Roberto. Una malformación de su paladar no la dejaba pronunciar bien las erres; cosa que recién pudo superar pasados los veinte, tras años de tratamiento con una fonoaudióloga que vivía a la vuelta de su casa.
Que, desde que se lo había encontrado, todas las tardes sacaba al Pepo a pasear, para que no extrañara la calle, para que haga sus cosillas…
La gorda y el Pepo se alejaron, rumbo a los bancos que estaban al fondo de la plaza; donde se habían conocido cuando la gorda miraba el cielo y el perro le lamió la rodilla, como si tuviera leche derramada.
- Aquí es mi piso. Tercero B. Algún día te invito a comer Tiramisú. Te gusta? Es muy bueno para la fame química. Me había dicho Caterina, la noche anterior, en ese mismo lugar.
- Para qué?
- La fame química, joder. Lo que te agarra en las tripas después de fumar.
Miré el timbre e intenté imaginar el sonido agudo que haría, cuando yo lo tocara, adentro de su departamento. Tal vez aún esté durmiendo y el timbre la despierte, pensé. Me atenderá por el portero con voz de dormida y dirá:
- Juan? Qué hora es? Perdona, es que me he quedado dormida. Me doy una ducha rápido y bajo. O prefieres subir?
Me imaginé sentado cómodamente en su sofá, esperando que saliera del baño. "Friday I´m in love" sonando en su equipo de música, el sonido de la ducha de fondo. Era viernes.
- Es que no puedo creer que ya sean las tres, tío. Estamos a tiempo de llegar al museo?
me diría con el pelo mojado, envuelta en una toalla, oliendo a jazmín, con la espalda goteando.
Toqué el timbre.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
bueno, interesante, un poco acelerado puede ser?...capaz es mi ansiedad por no fumar.. y ando leyendo como con los pies, que segun le gran filosofó pitti alvarenga, sirven para andar tropezando...igual, estubo bueno.
un abrazo hmano.
ce vemoz
p.d.:(texto corregido/borrar anterior...definitivamente esta correcion posiciona mas firmemente mi teoria de que estoy pasado en vueltas)
Publicar un comentario