12.4.08

Las gaviotas quieren conquistar el mundo. Parte 6.


Le podrías conseguir unos guantes o algo, no?




- …nueve, dos, dos, dos, ocho…

Me entristeció tener que escuchar números, y no su voz en el contestador diciendo su nombre, que le dejara un mensaje, que luego me llamaría. Aunque por lo general no me gustaba escuchar eso, me sonaba estúpidamente forzado que uno tuviera que repetir su propio nombre después de un bip, grabar un mensaje de bienvenida para lo que las compañias de celulares habían bautizado buzón de voz... Tal vez ni siquiera sea éste su número de teléfono, pensé.

Me terminé de secar y me vestí. Fui hasta la cocina, y mientras calentaba el café, prendí el televisor. Daban un talk show en el que, amas de casa al pedo, discutían sobre porque los maridos pierden el interés sexual después de un par de años de matrimonio.

- Escuchemos el caso de Amparo…
decía la conductora que llevaba el micrófono entre la audiencia que había ido a presenciar el programa, mientras yo echaba leche en polvo dentro de la taza.
- Bueno Amalia, yo me casé con mi marido muy enamorada. Hacíamos el amor día y noche, follábamos como leones en celo; pero a los meses de la boda ya no era lo mismo…

Sentí que el departamento me asfixiaba. Apagué el televisor, me acabé el café con leche y miré al fondo de la taza. Grumos apelotonados de leche en polvo lo cubrían. Puse la taza en la pileta de la cocina, abrí el grifo lo suficiente para que se llenara hasta la mitad y decidí salir a la calle. Comencé a caminar como lo hacen los perros que no forman una manada, que callejean en busca de algún resto de pizza, o kebab.

Por qué se perdería el interés en el sexo después de casarse? Con todos los problemas que conlleva el matrimonio, encima eso? Por que no revuelvo bien el café con leche en polvo si siempre me pasa lo mismo? Esas cosas pensaba cuando, sin darme cuenta, ya estaba nuevamente en la Plaza Mayor. Me paré en el medio y comencé a mirar a mi alrededor. Pensé que me sentía como Sabina en la canción donde a él y a la chica del bar les dan las once, las doce, la una y las dos. Mis manos habían estado lejos de surcar su espalda y no había pasado un verano sino un día, pero sentía que yo la buscaba en la Plaza Mayor con la misma intensidad que lo había hecho él en el bar de ella, al verano siguiente.

Sin saber bien porque, me acordé de la desesperación que sentí cuando tenía siete años y me perdí de mi mamá en la Fico 87. Mientras mi mamá miraba unas artesanías egipcias, yo me había soltado de su mano para ir al stand de Lancia, a ver de cerca el auto con el que Recalde había ganado el rally. En ese entonces, el minaclaverense era mi ídolo. Tenía un poster de su Lancia Delta, abriendo al medio las aguas de un vado del Cóndor-Copina, arriba de mi cama, junto a la foto firmada de Navarro Montoya. “Para Juan Cruz, con cariño. Mono”. Me la había regalado un amigo de mi papá que era dirigente de Boca y al que mi papá le había dicho en un asado en el campo:

- Che, sabés que al más chico mío ahora se le dio por el fútbol? Quiere ser arquero cuando sea grande y vieras, ataja bien el pendejo... Está jugando la liga infantil con el equipo del colegio y capaz sale en esos partidos filmados de Canal 12. Se le complica un poco para salir a cortar los corners, pero vieras como se revuelca por el piso. Su ídolo es Navarro Montoya. Le podrías conseguir unos guantes o algo, no?

En mi cabeza rebobinaba, buscando algún error, algún indicio que me explicara porque la noche anterior me había dicho que me iba a llamar, para coordinar y no lo había hecho. Lo único que se me venía a la mente eran sus hoyuelos y su acento cuando habíamos hablado por primera vez, frente a Flash y Cruela, y ella me había dicho:

- Puede perderme contigo?

Como Sabina había vuelto a entrar al bar de ella, yo lo hacía en la oficina de turismo. Me pareció que hacía mucho más de un día que había estado ahí. Fui hasta las computadoras y busqué su pelo rubio en cada una de las cabezas de las personas que usaban las máquinas. Me sentí estúpido; por qué habría de estar allí, de nuevo. Vi el cartel de “Free Internet” y me volví a acordar del esténcil, de la orca, la sonrisa del niño que iba a visitarla al acuario en su bici cross, los gemidos de tristeza de semejante cetáceo en cautiverio. Atrás del mostrador, con la misma sonrisa forzada, la morocha de traje azul con el logo del ayuntamiento bordado en su bolsillo, orientaba a unos yanquis:

- How long do you plan to stay in Madrid?

Salí de la oficina y volví a recorrer el mismo camino que el día anterior. Robocop y Flash seguían ahí. Me dieron ganas de preguntarle a ellos por Caterina.

- Hola, disculpe que lo moleste señor Flash. No vio pasar una chica con la que ayer yo hablaba aquí, en frente suyo?

Un niño le puso una moneda en un tacho a Robocop y éste se movió casi más robóticamente que el original. Se escuchó una voz electrónica y distorsionada a través de un parlantito que tenía colgando de su cinturón:

- Hasta la vista, baby.

Eso es de Terminador… pensé. El niño fascinado, parecía no haber visto ninguna de las dos películas. Quizás sentía algo parecido a cuando yo escuchaba el rugido del motor del Lancia Delta de Recalde en las sierras y sabía que iba a ganar el rally.

Cruela no estaba, sus dálmatas tampoco. Pensé que tal vez hubiera ido al descampado que había atrás del estadio del Atlético de Madrid, junto al río, a enterrar a sus dos perros que nunca despertaban. Que ya se había cansado de cargarlos ida y vuelta al trabajo, que ya habían comenzado a oler mal.

Llegué a la plaza en frente de su casa y caminé hasta el portal de su edificio como si fuera uno de los ratones que siguen al flautista de Hammelin, o un lemming rumbo a un precipicio frente al mar; las enormes olas chocando contra el acantilado, comiéndose a los animalitos suicidas que caen en fila india.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

juanca muy bueno...estoy muy contento de ver que estás escribiendo...mi única crítica es que siento que dejas demasiadas veces la historia central...igual te felicito viejo...me acordé mucho del día de la heladería de la cañada después del recital de...
un abrazo viejo...seguí

eljuansa. dijo...

yo sé que esto va a afectar tu orgullo.
chicas, ustedes no lean.
juanky: sos realmente parecido a carlos fernando navarro montoya.
mirémosle el lado positivo, juanjo:es un ídolo popular y colomnbiano.