21.5.06

dm

Algunos ya saben que el día que embarqué para Madrid fue uno de los peores de mi vida, otros no.
all i ever wanted
all i ever needed
is here, in my arms.

dm


Veníamos de Villa Allende y no habíamos pasado el peaje de Pajas Blancas cuando vi que Papá prendió el limpiaparabrisas. Justo ahora... pensé medio asustado, mirando cuanto se había nublado. Minutos después ya estaba haciendo el check in, por suerte sin melodramas en la despedida esta vez. Cuando miré en mi reloj que ya era la hora de embarque y que nadie lo hacía me preocupé en serio. - ...debido a inconvenientes climatológicos. escuché que concluía una frase que se escapaba por los parlantes mientras yo divorciaba los auriculares de mis oídos. Ya a esa altura me sabía 4 o 5 letras de ‘Playing the Angel’. Revisé mi pasaje Santiago-Madrid y me dio escalofríos al ver que sólo tenía una hora para hacer la conexión en Chile. En ese momento recordé, uno por uno, todos los que me habían dicho que era demasiado riesgoso llegar a Madrid tan sólo unas horas antes del que iba a ser el recital más importante de mi vida; pero yo realmente estaba convencido que nada podía salir mal, que Lan Chile todo lo podía. Los parlantes se encendieron nuevamente y se escuchó “ - Los pasajeros que tengan que realizar conexión para Madrid, por favor acercarse al mostrador”. Llegué al fondo del pequeño tumulto cuando doña Lan decía “- ... no se preocupen, se les brindará un hotel en Santiago con todas las comidas incluidas.” Esto no me puede estar pasando pensé mientras apagaba el discman.

El hotel era realmente muy pituco, en la zona más menemista de Santiago y mi habitación tenía frigobar. Entré al baño y me incandiló el blanco de la bañera. Me miré al espejo, me odié. Bajé la vista y agarré un jabón, con la mano seca. No se me ocurrió mejor cosa para hacer que bajar la tapa del inodoro y sentarme a mirar el jabón. Tallado en bajorelieve leí en su cuerpo el nombre de la cadena de la cual, el edificio que me albergaba, era tan sólo un triste eslabón sudamericano. Volví a la cama, prendí el discman y agarré el folleto del hotel que dormía sobre la mesa de luz. Cuan poco me importaba que tuviera piscina, que fuera climatizada. La angustia apenas me dejó dormir. Al otro día decidí distraerme para tratar de no pensar que esa misma noche Depeche Mode iba a estar dando el recital para el cual había comprado la entrada hacía ya casi 6 meses y que yo iba a estar del otro lado del océano. Llegué al centro de Santiago en colectivo y fui el turista del mes por un día; a las 6 ya estaba en la van-de-Lan rumbo al aeropuerto nuevamente. Había otros pasajeros que se comentaban sus destinos finales y motivos de viaje; yo casi ni hablaba, apenas contestaba con monosílabas a preguntas que ni siquiera escuchaba. La angustia era demasiada. Al subir al avión abrí la billetera y al sacar la entrada se me cristalizaron las pupilas sabiendo que en ese mismo instante el recital estaba comenzando y yo todavía en suelo trasandino. Antes de partir mi viejo me había dado una tableta de Lexotanil para “situaciones de stress”, decidí que no habría mejor momento para consumir una. Luego de cenar y de mirar el vacío por la ventana imaginando con cual canción empezaría el show, me desmayé. Me despertaron para darme el desayuno y una hora después ya estaba en el aeropuerto de Barajas, Madrid. Luego de varias conexiones de subte y de escalar 6 pisos sin escalera cargando todo, llegué a mi departamento. Me desplomé sobre la cama a mirar el techo y a considerarme el hombre más desafortunado de Iberoamérica. Decidí autoflagelarme nuevamente y volví a observar la entrada. Leí la fecha, 6 de febrero. - Anoche... murmuré para mi mismo. Entonces recordé que originalmente el recital era sólo uno pero que debido a la gran demanda habían agregado otra noche. Guardé la entrada en el bolsillo y me fui hasta F-Nac, la disquería donde había comprado la entrada, hace ya medio año. Mi plan era intentar culparlos a ellos del error argumentando que yo había pedido una para el 7 y que ellos me habían dado una para el 6. - Señor, los reclamos se realizan en el momento de la compra... me dijo la cajera señalando un cartelito que colgaba del vidrio y que decía exactamente lo mismo. - Bueno, entonces deme otra entrada para hoy, la pago... dije sacando la billetera del bolsillo. Conteniendo diplomáticamente su risa me contestó - Las entradas se agotaron en octubre, señor.
Me senté en el cordón de la vereda a meditar cuan mal comenzaba mi año en Europa y a maldecir, uno por uno a: la lluvia, Lan Chile, la disquería, mi asado de despedida y, sobre todo, a mi mismo. Casi siempre que me pasan cosas malas, de una forma u otra siento que sé porque ocurren; percibo que es castigo por algo. Sentía que éste no era el caso. No pedía tanto... pensé mientras me sorprendí al ver que no eran las siete de la tarde y ya era de noche. Miré la entrada por tercera vez y noté que la fecha sólo figuraba en un costado y bastante pequeña. Me bajé del metro en la estación Goya, a dos cuadras del Estadio de Deportes de la Comunidad. Meses antes había ido allí por primera vez, a ver a Oasis; recuerdo que en aquel entonces ya tenía mi entrada de Depeche comprada y durante el recital de los hermanitos peleones yo ya soñaba con el momento en que Martin L. Gore y Dave Gahan pisaran ese escenario. Esta vez había mucha más gente en la puerta y alrededores; ya un par de cuadras antes del estadio se veían remeras de Joy Division, Primal Scream, Placebo. Mientras caminaba hacia el estadio instintivamente miré hacia el cielo negro y murmuré - Por favor... me costó recordar partes del Padre Nuestro. En el bolsillo trasero guardaba la tarjeta de embarque del avión. Mi último recurso/i sería alegar que había venido desde Argentina sólo por el recital y así intentar conmover a los del control. Mientras hacía la cola pispié las entradas de algunos pibes que estaban alrededor y vi que era negra, a diferencia de la mía que era blanca. Ahora sí que estoy chau, pensé. La fila en la que yo estaba venía muy trabada, al menos para mi paranoia, por lo que decidí cruzarme a la de mi derecha que estaba vacía. - Disfruta del show, chaval! me dijo un pelado mientras cortaba el talón de mi entrada, sin fijarse si era negra, blanca o verde fosforescente. No pude mantener mis ojos secos cuando escuché Enjoy the Silence, a cinco metros de ellos. Lo juro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Looking for information and found it at this great site... » »

Personal Slave dijo...

Me encanto tu historia.
Yo compre mi entrada para verlos en Donsoti, dos meses antes.Y la puse en cuadro antes y despues del concierto.
No llegue a ir al Palacio de los deportes y eso que vivo a tres calles de ahi.
Yo soy una argentina en Madrid. Tambien vi por primera vez a Dm el años pasado , pero ya te digo me hice un monton de Km para verlos en Donosti el 22 de julio .
Me encanta DM. Son la banda sonora de mi vida.
Tengo un foro sobre Dave Gahan y Depeche , cuando gustes , date una vuelta...te espero con mate
www.davevotional.co.nr

Un besote

"I can taste more than feel
This burning inside is so real.."