24.5.06

pequeño budapest

Al volver una noche caminando de una fiesta mi amigo frenó frente a una vieja escuela y me pidió que observara la fachada. Yo no veía nada más allá de un lúgubre edificio. Me pidió que me acercara, tomó mi mano y la hizo deslizar por la pared. Al acariciarla noté que tenía decenas de pequeños huecos. Lo miré con cara de asombro y sólo dijo meneando su cabeza horizontalmente: - Sí, balas. No supe que decir y no dije nada. Seguimos caminando y escupiendo humo blanco mientras yo volvía a meter las manos dentro de mis bolsillos para evitar que me dolieran los metatarsos. En la esquina mi amigo se frenó nuevamente y dio media vuelta. Se quedó contemplando la escuela desde allí y yo mirándolo a él. Segundos más tarde dijo, mientras la nieve nos hacía más blancos, - Era mi escuela... Sus ojos parecían diques a punto de estallar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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